Hace poco, en otro blog, enlacé
un artículo de El País que me resultó divertido, interesante, como de sábado por la mañana. En el fondo, no hacía otra cosa que esconder una huida, porque la lectura que en realidad se me había quedado pegada aquel día, hiriéndome, había sido otra:
el artículo de Carlos Fuentes sobre Nuria Amat.
Sólo puede herirnos lo que nos toca de cerca, eso lo sabemos. Por eso volvemos y seguramente también por eso hablamos de ello. Y porque después de pasar la noche y el sueño, y las 24 horas de rigor, la herida sigue ahí y lo seguirá estando hasta que la miremos y tratemos de hacer algo por ella. No puedo meterme con el artículo de Carlos Fuentes, que contiene párrafos hermosos y sugerentes; tampoco con Nuria Amat, por supuesto, a la que Carlos Fuentes es posible que no acierte a mirar o a la que yo necesite leer de forma directa. Estoy hablando de mis horrores, del tipo de desesperación que necesitamos tapar rápido y de la mirada que se desplaza muy deprisa hacia algo dónde podamos descansar tranquilos, libres de toda culpabilidad. Es muy probable que tengamos que volver más días, pero tendremos que empezar.
"Se escribe en el lugar de los desheredados, donde nos toca la locura ajena, donde los amantes buscan la catástrofe, donde las recámaras evocan los cementerios, donde soñar es naufragar en el secreto del cuerpo, donde Dios es el vecino de la pieza de al lado, donde sólo al gritar somos sinceros, donde el miedo a morir es "el motivo secreto de la ruptura de tantas parejas que llevan años juntos y que ven en la vejez el castigo por haber vivido". Donde la muerte es la moneda que se paga por el lujo de vivir."¿No estamos mezclando un poco las cosas?, ¿a qué viene el motivo secreto de las rupturas de tantas parejas que llevan años juntos?
"La escritora se da cuenta de que un amor, sin embargo, ha sido verdadero sólo al perderlo. Entonces se deja atrás la indiferencia, el "nudo de plomo" que hunde a las parejas cuando "ya nadie quiere despertar al lado de alguien con quien no es feliz" y se gana, en cambio, la inmensa posibilidad de "amar con tanta intensidad algo que no existe". Fortuna que reclama -es la vía de la concreción amorosa- lo más nimio, olvidado y perdurable de una relación de pareja. Hacer reír. Despedirse con elegancia. Salir de la cama con una mirada consternada. Naufragar en el secreto del cuerpo, y no poder desnudarse del todo porque nuestro gran disfraz es el cuerpo."¿Ya nadie quiere despertar al lado de alguien con el que no es feliz? ¿Y cuándo alguien ha querido hacerlo? ¿lo han querido de veras en otras épocas? ¿no lo habrán hecho porque no les quedaba más remedio? ¿no lo seguimos haciendo en la nuestra por los mismos motivos? La gente se enamora y se desenamora, no suele calcular. Como cuando se ríe. ¿Nos enamoramos cuando somos jóvenes para procrear o por algún otro motivo más sublime que se me escapa, distinto y más justificado que el motivo por el que nos enamoramos cuando somos ya viejos?, ¿por qué habríamos de enamorarnos las siguientes veces para huir de nada? Nos enamoramos por segunda (o por tercera o por enésima vez) cuando nos hemos desenamorado anteriormente 1 o (n-1) veces, o cuando el ser amado ya no está, eso es todo. Y todos los enamoramientos son igual de maravillosos o de ridículos o están igualmente justificados. O sea, en absoluto. O sea, totalmente. Son, eso es todo. ¿Y por qué el cuerpo de un viejo habría de ser un disfraz mayor que el de un joven?
No conozco un desamor más profundo ni más destructivo que el que se da en la mayoría de las parejas de larga duración. De las que yo conozco, claro. Ni un cuerpo más disfrazado que el mio cuando era joven, sin ir más lejos.
Para colmo, acabé en un enlace de un grupo feminista metiéndose con las relaciones de señores mayores con mujeres a las que llevan más de 20 años. No me gusta lo que hay detrás de esas críticas, no puedo evitarlo. Se trata sólo de amor, estúpido para el que no lo siente, por supuesto, como todos, pero nada menos que de amor. De huida de la muerte a la que todos los vivos, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, desenamorados y justo antes de morir, tenemos derecho.
Aquel no fue un día afortunado, desde luego. Y eso que era sábado :-)
Nota: he dudado en publicar esta entrada que tenía escrita y que no acababa de gustarme tampoco. Pero es que voy por los 276 borradores en el gmail. Por soltar.