Al año, aproximadamente, ella salía del abogado con todos los papeles en regla. El abogado la acompañó hasta la puerta, quizá con amabilidad excesiva.
En otra ciudad, él giró la llave y entró en casa. Venía del trabajo dónde, desde hacía algo más de un año, se había vuelto a liar con una antigua jefa con la que ya había estado liado anteriormente.
En el pueblo, aquel verano, se habló de la separación de ella y de si habría algún tercero. Nada se habló de él que seguía como siempre. Sólo a un tío, que sentía debilidad por él, se le ocurrió comentar que menudo imbécil.
2 comentarios:
Lamento mi silencio de estos días... pero gracias por la espera. Ojo: lo de los amantes es peligroso. Siempre tiene una doble cara.
:-))
Si, tener líbido ya tiene que ser la leche. Un abrazo :-)
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