jueves, 11 de septiembre de 2008

Volvemos a yoga



Mi señorita de yoga dice cosas tan bonitas que, allí, tumbada sobre el suelo y a punto de relajarme, comienzan a caérseme las lágrimas. Menos mal que todo está oscuro y nadie puede verme, pienso tontamente. Y se permite una de sus licencias y pone una música que la mayoría identifica, pero que yo ni siquiera conocía. Es Jorge Drexler, me dice al final, y me presta un CD para asegurarse de que volveré el próximo miércoles.

Ni siquiera había estado nunca en Berlín.

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