Vienen a decir
los nuevos gurús de la vida lo que ya nos dijeron los anteriores: que para resolver un problema, para conseguir una meta, hay que dividirlo en problemas más pequeñitos; en submetas, añaden.
Y yo me pregunto si para aprender a dividir (que parece un concepto fácil, pero que debería darse sólo en cursos avanzados) no habrá que ir en orden y enseñar a sumar primero en la vida. Como cuando te das cuanta de que 5 dedos de una mano y 5 de la otra son 10, y que tienes 10 dedos juguetones, diferentes y que te sirven para hacer tantas cosas.
Pasar luego por esa complicada etapa dónde la suma y la resta se sabe que son distintas pero no acertamos del todo a adivinar si la cesta de las manzanas, y las peras, tiene que acabar en una suma o en una resta. Hasta que esta última, a pesar de nuestra resistencia, acaba por imponerse como necesaria y, ciertamente, qué pocas manzanas nos quedan.
La multiplicación es cosa hecha: tablas, cánticos en compañía, algo nos dice desde dentro que volvemos a la suma.
Hasta que llegan los problemas, los reales, los de verdad, esos que sólo se dan en cursos avanzados y dónde han desaparecido las cestas, cosa de niñas, y aparecen los kilómetros, los euros, las máquinas; y nos hablan entonces de la división, la herramienta que habremos de acabar dominando si queremos cerrar nuestra vida perteneciendo al exclusivo grupo del 10% de personas que consiguen sus metas en la vida.
En lo que a mi respecta, pienso que voy todavía por esa etapa confusa entre la suma y la resta. Yo voy pasito a pasito y anda que no me queda hasta llegar, siquiera, a pensar en las metas!!!
Pienso que es peor cuando queremos saltarnos etapas y empezar directamente por la división. Porque entonces lo más fácil es que acabemos usando la herramienta únicamente para nuestras guerras. Y aquí, lo que está claro, es que es la base la que nos falla.