lunes, 18 de febrero de 2008
Déficid de atención y baja autoestima. O al revés.
También es cierto que compartí mi infancia con dos peruguitas, de las que había que estar siempre pendiente, y un hermano mayor que nos quería a todas. Mi madre estaba situada en un plano un poco más elevado: te podías reír mucho con ella y de vez en cuando era la encargada de soltarnos los azotes: en reparto, nada personal. Mi padre no estaba casi nunca o, cuando estaba, no era precisamente el más estimulante de los padres: lo mejor que podías hacer era portarte bien y no molestarle. Así fuimos situándonos en el mundo: solidaridad con nuestras semejantes, esperanza en algún hombre, baja autoestima en las relaciones sexuales... lo normal, vamos. Pero fuimos creciendo y lo que entonces encontramos normal nos pareció con el tiempo insufrible. De todo, de todo, lo más doloroso fue perder a una de las peruguitas de las que siempre habías estado pendiente. Cómo si el mundo se hubiera roto en mil pedazos, cómo los cristales.
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3 comentarios:
Déficit.
Besito.
Pues lo cojo, inu :)
Baja autoestima....Bueno! pero no sexual. No?
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