1 de noviembre, 7 menos cuarto de la tarde, 17 grados sin pizca de aire. Ha oscurecido pero todavía quedan en la retina el paisaje y los colores. El corazón tiene la sensación de que podría quedarse aquí siempre y que no echaría nada de menos.
En otro lugar, a 200 kms, 17 grados, sin viento, nueve menos cuarto de la noche. No hay paisaje que podamos retener, ni pasado que no pase, ni futuro que no sea el del día siguiente. Somos presente, mera tensión. Morir, lo que se dice morir, sólo podremos morir en otra parte.
5 comentarios:
Morir es la tragedia última de la representación de la vida, el sufrimiento de los actores de reparto y el desconsuelo de los que siguen en escena. Y quizá solo quizá la paz esperada. Esto último sin confirmar.
No sé qué lugar es, al oriente, ni me importa. Basta decir que lo mejor (o casi) de la vida humana está en esas suspensiones del entendimiento, en esos momentos que son y no son, están y no están. Eso no hay Turing ni Penrose que lo expliquen.
Saludos.
Encontrar el lugar donde somos paz, es lo díficil.
Que bonito.
Un besazo
Mire que hoy le voy a piropear:
¡Por usted me hacía cofrade!
Me dejais sin palabras. ¿Se nota? Un día de estos me vuelven :-)
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