Levantarse por la mañana y pensar: menos mal que ya no me da por hacer lo que me da la gana. Esperar a la tarde y entonces empezar a ser otros: no podemos vivir en un mundo en el que no creemos, preferimos mil veces la paciencia, tan pegada ella a la esperanza. Es más, de paciencia estamos hechos; y deshechos. No sabemos que pensamientos nos traerá la noche, que transcendencias. Seguramente aburrimiento y eso que no será por no cambiarnos mil veces de pensamientos.
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