Nos volvemos simples cuando algo no nos incumbe, cuando miramos de lejos, cuando venimos definimos en contra o cuando queremos acabar porque nos esperan en otro sitio. Pero ¡ay si el agua no bajara! Nos volveríamos oscuros; y complicados. Luego, más tarde, tras no poco esfuerzo, quizá claros y hasta sencillos, ya nunca tan mortalmente confundidos.
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