Había un mundo; y había otro en el que escribíamos, escuchábamos música, leíamos o inventábamos. Al primero nos acostumbramos a llamarlo realidad; y esta realidad nos traía dos o tres mundos por cada uno de los personajes que aparecían o desaparecían, digamos, en el mundo principal. Nacimos en un mundo con sus jerarquías, más o menos aceptadas, para acabar en un mundo que habíamos apartado como secundario y que, tendríamos que reeducarnos, acabaríamos llamando realidad. Realidad virtual que dijeron entonces los más apegados a las viejas formas.
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