(a estas alturas del despropósito, no creo que nadie espere de mi que hable del trabajo)
Yo supongo que el trabajo no lo es todo en esta vida. Supongamos un escenario como el del vídeo de la entrada anterior, ¿qué haríamos? Empezaríamos poco a poco, barriendo, colocando los pocos objetos aprovechables derechos, al menos simétricamente ordenados, siguiendo una idea más o menos estética del espacio. Nos haríamos con unas cuantas bolsas de basura dónde iríamos colocando todo lo que no sirve, todo lo que sin pensar demasiado encontráramos irreparable. Al principio sentiríamos unas punzadas en el estómago, casi insoportables, pero pronto iríamos acostumbrandonos, la próxima punzada volvería insignificante a la anterior y comenzaríamos a apoyarnos en el espacio despajado, las posibilidades o, la menos, los vacíos necesarios. Las ideas necesitan espacios despejados, objetos ordenados y yo, concretamente, empezaría por el espacio dónde hay una mesa a medio colocar. Me conformaría con 3 o 4 metros cuadrados minimamente ordenados, un espacio dónde sentarme y poder fumarme un cigarro. Algo delimitado. Luego pasaría a la cocina: bien de jabón y los cuatro cacharros necesarios para poder prepararme un café con garantías. Habría llevado café, seguro que no me hubiera presentado allí sin cafetera, o sin el termo, y sin mi paquete de café marcilla al vacío. Y leche en polvo o condensada, lo que hubiera encontrado, pero con leche. Ya lo tenemos todo. No, un momento, la ropa: abrigo, gorros y guantes, pantalones de chandal y zapatillas de deporte. Ya tenemos nuestra mesa y el café y el cigarro y, entonces, podríamos empezar a mirar ¿Seguiríamos por la cocina? ¿en top-down? ¿al tun-tún? No haríamos ningún plan completo, ningún plan estratégico que nos robara tiempo, nada que no fuera el ir limpiando poco a poco e ir conquistando a nuestra marcha el espacio. No completamente, se entiende, todo necesita un futuro, solo convirtiéndolo en mejorado a nuestra mirada, en aceptable, de primera pasada. ¿Y cuando llegara la noche? Nos iríamos a nuestra casa y volveríamos al día siguiente, casi vergonzosamente ilusionados, cuidando de que nadie se enterara de si estábamos locos o simplemente es que éramos tontos. Creo que necesitaríamos también palas y algo más que bolsas de plástico para meter los escombros. La foto de Bob Dylan la colocaríamos en un lugar especial, protegido. A nuestro entender, en un espacio recién conquistado. Para empezar. Y de vez en cuando pensaríamos "dios si la vida es dura". Más contentos que un ocho.
(nos hemos dejado cosas, pero más o menos)
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