sábado, 20 de junio de 2009

De la otra

Me levanto. Es sábado. Vivo en una casa agradable, con el campo al lado. El campo no es mi paisaje, es otro, pero es campo. Mi marido y mi hijo duermen. Los dos son guapos y se parecen. Son inteligentes y divertidos. Salgo a comprar el periódico, los cruasanes y el tabaco, ayer me quedé sin tabaco; tengo que hacerlo en coche. Me encuentro con madres del colegio anterior. Cuánto tiempo, ¿qué tal tu hijo? Y me hablan de los problemas de los suyos. Procuro animarles, decirles todo lo que sé. Vuelvo. El correo. Hay un correo importante que contestar y lo hago. No he perdido todavía las ganas de trabajar. Me gusta trabajar, soy feliz trabajando. He intentado dejar de hacerlo en algunos periodos de mi vida, pero no ha funcionado. Ya se han levantado. El quiere salir a jugar con sus amigos y a mi marido le gusta ir a comprar los sábados. Le recuerdo que repase la lista de la compra antes de salir, falta jabón de lavar a mano y pasta de dientes de mi hijo, pero la pasta de dientes no la comprará ahora. Por la tarde saldremos a comprar de nuevo: hay que preparar la ropa del campamento y la de la semana que viene, por lo menos saldalias de agua y otras zapatillas. Luego repasaremos. No me gusta cocinar, ni limpiar la casa los días de fiesta. Tenemos a una persona que nos ayuda en las tareas de la casa. Yo suelo encargarme de la ropa y del orden. A Borja le gusta cocinar. Me gusta leer: ahora estoy leyendo a un ruso, a una italiana y tengo un libro de Coetze y otro de Naipaul que leeré un día de estos. Si no os pongo los nombres de los libros que estoy leyendo ahora es porque no los recuerdo. Tengo amigas, pero no siempre las veo. También tengo amigos, y tampoco los veo mucho. A veces me voy a mi pueblo. Tengo una familia grande a la que me gusta ver y necesito. Mis padres envejecen, yo también envejezco, nadie está enfermo. Mis hermanos y mis cuñados son importantes para mi, muy importantes. Mi padre, mi madre, mis sobrinos. Son mis raíces y dónde yo me siento segura. Elena, que era hija, madre, esposa y hermana, murió. Es la tragedia más importante que yo he vivido en mi vida. No se puede decir que haya vivido ninguna otra tragedia tan importante. Tampoco se puede decir que por eso sufra un proceso de duelo porque aquello pasó hace ya... 13 años. Pero me gusta pensar en ella y, a veces, la tengo a mi lado, soy un poco ella. Me gusta escuchar música y cuidar el jardín. Soy fuerte, o he sido físicamente muy fuerte y el cuerpo me ha respondido siempre hasta dónde he necesitado. Ahora me canso más y sé que tengo que dejar de fumar, que ya son muchos años. Me gusta hablar con mis amigas de los hijos, del amor, de lo difícil de ser mujer, hacer bromas sobre los maridos o sobre nosotras mismas. Y tengo la jodida manía de escribir de vez en cuando. Esto desorienta mucho a la gente que no me conoce mucho, porque, no sé porqué, me salen palabras o pensamientos que a mi me gustan o me relajan o me divierten, pero que mucha gente interpreta como oscuros o preocupantes. No me gusta la oscuridad, no la soporto. Soy limpia y clara como el agua cristalina, demasiado directa quizá. Eso depende del entorno en el que has vivido y como aprendiste a hablar y como aprendieron los otros. Yo puedo ser indirecta para mi hermana, pero demasiado directa en mi entorno de trabajo que no es el de mi infancia, por ejemplo. A mi hermana le pasará lo mismo, seguramente. Decir que tengo 47 años me fastidia porque no se me dan, o sí, pero en general la gente es muy amable con mi aspecto. No me quejo. De pequeña me horrorizaban mis orejas, pero aprendí a tapármelas pronto y solo me acuerdo de ellas cuando alguna peluquera se tropieza con ellas. Tengo una nariz grande, pero es la de mi padre y mi padre siempre ha pensado que él era el hombre más guapo del mundo. Mi madre era guapa, ella sí, pero se ha querido menos. Eso tardé algo más en aprenderlo: que con el tiempo cada vez somos más nuestros padres. Y yo estoy contenta con esta suerte. Otra de las cosas que admiro, y que también me viene de mis padres, es la generosidad: no aguanto a la gente que no es generosa. A veces soy implacable con los débiles, pero sólo cuando esta debilidad va unida a la falta de generosidad, creo que esa es la clave. Por lo demás, soy una tipa simpática y agradable, de conversación y sonrisa fáciles. A la que no siempre le interesan las cosas fáciles, lo trillado, lo evidente. O a la que, más bien, no le interesan casi nunca. Eso sí.

5 comentarios:

Harry Sonfór dijo...

Pues es verdad, es usted muy generosa contando todo esto que cuenta, así, tan bien. Y muy amable. Muchísimas gracias.

añil dijo...

Gracias por lo que has mostrado de ti.
Siento mucho si algo de lo que haya podido decir en otros comentarios te ha hecho sentir mal.

Ya me sentía cómoda antes leyéndote, es más, te echo de menos en tus ausencias, pero ahora estoy convencida que me gusta cómo eres.

Recuerdo una de mis primeras entradas en la que hablaba de lo mal que lo pasaba mi hijo en el instituto y tus palabras me ayudaron mucho. Con eso, con tus ánimos ante mi idea de seguir estudiando y con otras cosillas que has ido dejando para mí.

Gracias.

marideliwes dijo...

Mirar la vida siempre desde un único punto de vista, que además suele ser impuesto, es una mierda :-) Pasarse la vida intentando encajar en ese molde único nos deja sin fuerzas, estériles. Y no hay porqué.

Gracias a los dos. Podría haber hecho un blog con acceso restringido a mis amigos, ese era el objetivo lógico. Pero me hubiera perdido tantas cosas que ya no puedo :-)

Harry Sonfór dijo...

Ojo, como me entere yo que hace un blog restringido para amigos y que no me invita. Le pondré dos velas negras así de gordas.

Ángeles dijo...

Que bonito maryDeli
Un besazo