martes, 4 de agosto de 2009

Cabezonadas

Debe de ser genético. Si tú has sido una cabezona de órdago, las cabezonadas de los demás no te generan ningún desajuste, sabes que son sólo cabezonadas. Lo malo es cuando has sido un niño sin burriquillos. A ver qué haces con los de tu hijo.

3 comentarios:

Ángeles dijo...

A los burriquillos, mejor dejarlos que vayan pastando a su aire, sobre todo en verano, que ya llegará septiembre y tendremos que meterlos en la cuadra.
Besos

añil dijo...

Pues yo he sido cabezona y no soporto a los de mi especie, así que voy lista en casa con lo de la genética.

Besos

marideliwes dijo...

Joé, "Ángeles", no te había visto con afoto :-) Reunión urgente de estilistas, guapa.

Añil, hay que ser un poquito más narcisistas, eh? :-) Si una ha sido cabezona, no podemos convertinos en una veletas ahora. Dominamos el terreno, sabemos en qué consiste, tenemos experiencia demostrable, testigos que al menos en mi caso recuerdan perfectamente a una niña sentada en la puerta de su casa hasta que se le pasara el burro. Por díos, yo tenía un vecino al que todavía sigo odiando por el simple hecho de que me dirigía la palabra cuando me veía en tan comprometido estado. Así aprendí yo a controlar mis burriquillos, porque una cosa era que en casa todos nos conociéramos y ya se sabía de que iba la cosa y otra que aquel señor se creyera que yo necesitaba conversación. Bueno, pero que lo que os quería decir es que las cabezonadas y los burriquillos no deben ser lo mismo. Porque mi hijo no ha tenido burros, pero es muy cabezón. Y yo domino las dos situaciones. Y su padre, que tiene una paciencia infinita, ni supo controlar los burriquillos (1 ó 2 que tuvo) ni sabe controlar los momentos de cabezonería. Que le pueden, dice, y viene a llamarme corriendo. Y yo sé que, al menos las cabezonadas, es cuestión de hablar mucho. Pero que no lo tenga que hacer el vecino, por díos :-) Y ahí si que puedo todavía a mi hijo. Por la experiencia.

Un beso muy grande a las dos, guapas.