domingo, 28 de octubre de 2007

Coetzze Dos (o tres)

Acabamos con el En medio de ninguna parte y, para nuestra sorpresa, buscamos (como seguro que buscábamos entonces los chupetes y más tarde los cigarrillos) otro libro suyo entre la chusma de libros sin lugar. Bien, allí estaba: ¿Desgracia? No esperábamos menos de ti, chaval. Pero era otro Coetzee el que nos espera. Esta vez el protagonista era masculino y, entonces si, pudimos leer sin entrar en permanente discusión; agradeciendo, ahora si, los pensamientos y la prosa precisa y elegante, como quien mira o escucha a alguien al que podrá abandonar en cuanto sea la hora de la cena, con inteligencia. No lo tenemos muy claro todavía, pero tiene algo que ver con las voces de los otros, que no aceptamos, cuando sentimos que hablan de nosotros mismos. Me refiero a los libros anteriores que había leído: La Edad de Hierro y En medio de ninguna parte. Me doy cuenta de que en ellos la protagonista era una mujer, la voz pretendida de una mujer, y que era eso lo que me molestaba, porque me resultaba irreconocible y desesperante. Pero precisemos más: no ocurre lo mismo cuando son esas mismas mujeres las que hablan en un diálogo. O sea, es la voz interior la que constantemente me sonaba a no creible. Y por otra parte: ¿no será que está reflejando la realidad más real cuando habla desde la voz interior de una mujer? No, la realidad (incluso la más real) tiene muchas patas y no nos vamos a quedar con la pata coja para ellas, precisamente. Cuestión de sexo, al parecer. Prefiero que sus protagonistas sigan siendo hombres, mucho mas reconocibles desde mi punto de vista, más interesantes, más ciertos, capaces de trasmitirme esa relación nebulosa entre el dominado y el dominador que me ha aprecido tan interesante. Acabaremos teniendo un lugar para Coetzze, estaba cantado: un lugar querido y especial, aunque no es probable que sus libros se rocen nunca con ninguno de los de ellas, que no ordenamos aquí los libros por inteligencia.

3 comentarios:

FPC dijo...

Ajá, gran tema ese. Sólo una cuestión. Dices, cosa que puedo entender y que hasta podría reivindicar (caso necesario), que como mujer no te reconoces en ese monólogo interior que escribe un varón poniendo voz de mujer. Pero ¿por qué se da por hecho que un hombre se reconoce en la voz del escritor hombre que pone voz de varón? ¿De verdad es cuestión de sexo? ¿O más bien de contenido, sin atribución sexual?
De Coetzee qué te voy a decir. Es uno de mis preferidos.
Saludos.

marideliwes dijo...

Esto es muy largo, ¿verdad? Yo no doy por hecho que un hombre se reconozca en la voz del escritor hombre que pone voz de varón, lo que quería decir es que sus personajes varones (o masculinos) me resultan... creibles, escuchables :-) mientras sus personajes femeninos me producen una discusión permanente con el autor que no me permite escuchar nada más. Escribimos sin orden ni concierto en este blog.

Ayer empezamos el último: Diario de un año malo. Juntos a párrafos de lo más interesantes sobre el estado y la democracia y la voz del personaje masculino sobre el deseo, otra vez la voz de la mujer... como incapaz o incompleta o con una voz extraña. O eso me pareció.

Te agradezco que te molestes en intentar entender este lugar en mitad de ninguna parte que, seguro, no es nada fácil :-)

marideliwes dijo...

Y lo que me dejaba